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Un sábado por la tarde, en noviembre, Louis Meza hizo planes para reunirse con un amigo y también entusiasta de las criptomonedas para unas bebidas en Ruby Tuesday, en el Times Square de Nueva York. «Vamos a pasarla genial», le aseguró Meza en un mensaje de texto. «Y por cierto, te voy a mandar en un Uber al final de la velada».

Meza, de 35 años, un ex vendedor en el servicio de reparto de comida Grubhub, es descrito por amigos como sociable y cortés, un apasionado del poker, con habilidades emprendedoras y apetito por el riesgo.

Los dos hombres tenían 15 años de conocerse. Se vieron para beber unas copas y, cerca de las 19:40 horas, el amigo de Meza le dijo que se dirigía al metro. Meza insistió en un Uber y encaminó a su amigo -listado en los documentos del tribunal como «la víctima»- hasta una minivan gris que aguardaba afuera.

De acuerdo con la Fiscalía de Distrito de Manhattan, un pistolero oculto en el asiento trasero de la minivan salió sorpresivamente y exigió la cartera, las llaves, el celular y una memoria USB de la víctima, que contenía ether, un tipo de criptomoneda.

La víctima entregó todo menos la memoria, que no llevaba consigo; el pistolero le puso una capucha sobre la cabeza. «¿Dónde está tu frase de contraseña de 24 palabras?», le exigió.

Tras dos horas, la víctima se las ingenió para escapar. Se encontró en Harlem, donde, de acuerdo con los fiscales, llamó al 911 desde una cafetería. La víctima había hecho una «inversión muy pequeña» en criptomonedas en el 2010, que desde entonces había crecido a 1.8 millones de dólares. Guardaba el ether en una memoria USB en su departamento, junto con una hoja de papel que contenía la frase de contraseña requerida para tener acceso a las monedas. Para cuando llegó a casa, tanto la memoria como el papel habían desaparecido.

Una acusación formal revelada en diciembre acusa a Meza de robo, secuestro y otros delitos. Meza se declaró inocente. Pero de acuerdo con los fiscales, video de una cámara de seguridad muestra a Meza abriendo el departamento de la víctima con llaves y saliendo un minuto después con una pequeña caja blanca, que, de acuerdo con la víctima, contenía su ether.

El día tras el robo, Meza transfirió 1.8 millones de dólares en ether a una cuenta en línea a su propio nombre. «Vemos que los 1.8 millones de dólares son depositados a esa cuenta la mañana del 5 de noviembre, y luego vemos que es movido por todos lados», indicó James Vinocur, fiscal de Distrito adjunto, al juez en el caso.

Vinocur informó al juez que los fiscales habían logrado confiscar alrededor de 600 mil dólares de ese dinero. «Aún faltan por encontrar 1.2 millones de dólares, y no sabemos dónde están», señaló. «Ésa es la naturaleza de las criptomonedas, que podemos ver la dirección a la que fue enviada. No significa mucho para nosotros. Es sólo una serie de números y letras».

Y lo que parecía ser un caso sencillo de robo está resultando ser mucho más complicado.

El caso Meza es parte de un reciente aumento en delitos relacionados con cibermonedas, provocado por los valores exorbitantes de monedas digitales como el bitcoin.

Chainalysis Inc., una firma que analiza las transacciones de criptomonedas, señala que los robos denunciados de bitcoin a nivel mundial se incrementaron de 3 millones de dólares, en el 2013, a 89 millones de dólares el año pasado.

Para muchos delincuentes, las criptomonedas son menos engorrosas que el dinero en efectivo. Los hackers toman sistemas computacionales como rehenes y exigen pagos instantáneos y anónimos en bitcoin. Los narcomenudistas venden en las esquinas oscuras de internet, ocultando sus nombres y ubicaciones. Los narcotraficantes mueven y lavan sus ganancias con clicks del ratón.

Blockchain Intelligence Group Inc., que desarrolla software que da seguimiento al uso de criptomonedas, estima que la actividad ilegal representa alrededor del 20% de las transacciones de cinco criptomonedas importantes -bitcoin, Monero, Zcash, ether y litecoin- o unos 600 millones de dólares al día.

CÓMO CUBREN SUS HUELLAS

En diciembre, oficiales llevaron a Louis Meza a un juzgado en Manhattan, donde un empleado del tribunal le informó que había sido acusado de robo, secuestro, asalto y otros delitos.

Durante la audiencia, Vinocur afirmó que el caso de la Fiscalía era sólido, citando el video de las cámaras de seguridad y declaraciones que Meza hizo a la Policía.

De acuerdo con el abogado de Meza, el caso será inusualmente difícil para los fiscales. «La Fiscalía tiene la obligación de probar dónde están las criptomonedas, cómo llegaron allí y quién las puso allí», asevera el abogado, Moshe Horn. «No es igual que entrar caminando a la bóveda de un banco y decir, ‘allí está el dinero'».

El ether faltante subraya un problema más grande que enfrentan las autoridades: la dificultad -y ocasionalmente la imposibilidad- de investigar y procesar delitos que involucran criptomonedas.

Un número de firmas ha desarrollado software diseñado para seguir el flujo de las transacciones de criptomonedas. En un espacio de coworking financiero-tecnológico en Manhattan, Kim Grauer, economista titular en Chainalysis, abre un programa de software llamado Reactor.

Reactor y otros así llamados programas de análisis de cadena de bloque representan visualmente el rastro de las transacciones de criptomonedas, permitiendo a las agencias de impartición de justicia ver el movimiento de fondos de una manera que sería imposible hacer con dinero en efectivo.

No obstante, estos programas tienen límites. Muchas transacciones están asociadas sólo con direcciones anónimas, representadas por la «serie de números y letras» que tropezó a los fiscales en el caso Meza.

Para identificar a una persona asociada con una de estas direcciones, explica Grauer, un investigador buscaría una «rampa de salida», el punto en el que la criptomoneda es convertida a fiat, o moneda respaldada por el Gobierno.

Esto normalmente se hace a través de mercados, sitios de internet que permiten a los usuarios comprar y vender criptomonedas y convertirlas en divisa tradicional.

Los mercados son la parte del ecosistema de las criptomonedas más accesible para las autoridades. Si un delincuente utiliza un mercado que recaba la información personal de sus clientes, los fiscales pueden vincular un nombre a la transacción, siempre y cuando el mercado coopere con las autoridades.

Sin embargo, criminales con colmillo tecnológico están abriendo cada vez más cuentas con nombres falsos en mercados en el extranjero que no cumplen con las leyes de Estados Unidos.

Los delincuentes que buscan protección adicional han abandonado bitcoin y optado por divisas que ofrecen protecciones adicionales de privacidad. Monero, una moneda que su sitio de internet llama «segura» e «irrastreable», utiliza tecnología que oculta al remitente, el receptor y la cantidad de transacciones.

The Wall Street Journal